DHANYEVAD Han pasado 13 días desde que volví a pisar España después de conocer India y todavía me cuesta poner mis sentimientos, vivencias y experiencias en palabras. Mucha gente me pregunta por el viaje, me piden que les cuente cosas... y lo intento, la verdad que lo intento, pero me da la sensación que todo lo que digo se queda corto, muy corto, y que soy incapaz de explicar como se siente mi corazón. Virginia, la creadora del proyecto, y un ser maravilloso cargado de luz, nos decía: “el viaje empieza cuando volváis a casa” y no podía tener más razón. Esos 15 días que estuvimos en India se percibieron como 2 meses. Todas las vivencias que experimentamos en un día no podían caber en 24 horas, era imposible.Y más imposible era poder asimilarlas a tiempo real. Lo único que podíamos hacer era estar abiertas a dar y a recibir, sobretodo a esto último. Fuimos a India a dar, y recibimos muchísimo más, recibimos lo inesperado, recibimos amor puro, hospitalidad, calidad humana, abrazos, positivismo, ilusiones, sueños, sonrisas... y créeme si te digo que todo eso tiene mucho más valor que cualquier otra cosa en el mundo. Nos encontramos en el aeropuerto de Madrid un 9 de noviembre de 2019, 12 personas desconocidas. Cada una cargando con su vida y sus sueños, pero todas con una maleta de 23 kg cargada de ropa y juguetes para los niños (a excepción de nuestra querida y divertida Tamára que llevaba dos!) y un único objetivo en común; y lo más importante, confiábamos plena e incondicionalmente en el proyecto Happy Inside y en Virginia, y puedo decir a día de hoy que no nos equivocamos en absoluto. Es más, lo supe desde mucho antes de subirnos al avión camino de Delhi. 12 personas que con el paso de los días me robaron cada una un trocito de mi corazón y no tengo duda de que se lo han quedado para siempre. Llegamos a Delhi después de 9 horas de vuelo, la emoción se nos salía por todos los poros de la piel, y la primera bofetada no tardó en llegar. Una niebla gris invadía la ciudad, olores nuevos, cláxones sonando por doquier sin parar, coches y motos en todas direcciones, gente, mucha gente, niños y famílias enteras viviendo en las medianas de las carreteras... Esa imagen quedará por siempre tatuada en mi retina. Esos niños son de la casta de los Intocables, los Intocables en India son “impuros”, discriminados por su casta, sin derecho a nada. Niños engendrados para ser vendidos a la mafia, destinados a vivir en la calle, drogados para no tener que ser alimentados, obligados a pedir, andando por entre la caótica marea de coches, motos y tuk tuk, prácticamente sin ropa y con una mirada que te atraviesa el alma como un cuchillo recién afilado. “No les déis dinero” nos aconsejaban. “Ese dinero va para la mafia”. Así que no dudamos en darles todo lo que llevábamos de comida encima, cualquier cosa valía, cualquier cosa que nosotras ya éramos incapaces de llevarnos a la boca, el estómago se había cerrado, la realidad nos había golpeado en la cara y por primera vez, y por el resto de los días, el agradecimiento por la vida que habíamos tenido la suerte de tener asomó por nuestros ojos a modo de lágrimas. Estuvimos dos días en Delhi, dos días en los que tuvimos el primer contacto con India y con su espíritu, con su gente, sus vacas sagradas, su basura en las calles, su aire irrespirable, su calle principal llena de tiendas con sus tenderos ansiosos por que te acerques, saludarte y darte la bienvenida a su país. Dos días en los que visitamos lugares preciosos, el templo de Akshardam y su impresionante espectáculo de luces, la tumba de Humayun envuelta en un halo grisáceo que todavía la embellecía más, el Templo del Loto al que no pudimos entrar pero vislumbramos asombradas desde el exterior... Y llegó el momento. Virginia nos “bautizó”, así lo llamamos entre risas, nos puso nuestro primer bindi, y ya no hubo día en el que no salímos sin él. El caos y la belleza íban de la mano en India, y nosotras nos adentramos en sus entrañas con el alma al descubierto, en la comida picante y sus sabores incomparables, sin saber todo lo maravilloso que todavía estaba por venir. Al tercer día partimos hacía Agra, nos esperaban 4 horas de carretera con dirección a un sueño, y aquí hablo a título personal. Nos íbamos alejando de Delhi, la nube gris se iba desvaneciendo, y a través de la ventana íbamos descubriendo India en silencio. La aventura solo acababa de empezar. No quiero seguir sin hablarte de Pauan (probablemente se escriba de otra manera). Pauan era nuestro chófer, quien condujo durante 5 días durante muchísimas horas. Un hombre con un corazón enorme, que no paraba de toser a causa de un catarro gordo que llevaba encima y que nos esperó durante horas mientras nosotras descubríamos su país. Llegamos a Agra. El impresionante Taj Mahal se hacía de rogar y no dejó ver ni un trocito de su mármol hasta que cruzamos la puerta principal y lo vimos allí, al fondo, blanco, bello, como la lágrima de mármol más hermosa de la tierra. Las veces que había imaginado en mi cabeza ese momento fueron miles, pero la realidad fue tan abrumadora que no pude evitar emocionarme. Por fin estaba allí, y pude sentirlo en lo más profundo de mi ser. No nos fuimos de Agra sin antes pasar por la fábrica de mármol de los descendientes directos de los constructores del Taj Mahal. Unas personas maravillosas que nos recibieron con chai, nos explicaron como fabricaban topo de tipo de cosas con ese mármol que solo se encuentra en India, como pulían las piedras y las incrustaban en el mármol para fabricar unos objetos tan preciosos y a los que muchas de nosotras no nos pudimos resistir. Partimos hacia Jaipur esa misma tarde. Nos esperaban 4 horas más de carretera, durante la noche, y en las que creímos morir en más de una ocasión. Se nos olvidaba que en India controlan el orden dentro de su caos como los occidentales seríamos incapaces de hacer. Y por fin llegamos a Jaipur, la famosa ciudad rosa. Su muralla y todas las casas son de ese color. En 1905 el Príncipe de Gales y la Reina Isabel visitaron esta ciudad como parte de su recorrido por el famoso Triángulo Dorado de la India. Cuentan que el color rosa, el cuál simbolizaba la hospitalidad para los dirigentes de Jaipur, fué el referente que impulsó al Maharajá Ram Singh a ordenar a sus súbditos que pintasen las fachadas de los edificios más importantes, especialmente aquellos cercanos a los templos y fuertes, en color rosa para recibir a los visitantes. Entre fachadas de color rosa y calles llenas de bazares, de color, de vida y de energía, visitamos el Fuerte de Amber, con su espectacular vestíbulo de espejos y sus laberínticos pasillos y vistas a la muralla, vimos a muchos elefantes y abrazamos con respeto a uno de estos enormes paquidermos, nos hicimos fotos en las escaleras infinitas de un templo cercano al fuerte, visitamos el City Palace y nos maravillamos con sus cuatro bellas puertas que simbolizan las cuatro estaciones, pasamos por delante del Palacio de las mil ventanas, y del Palacio Jal Mahal situado en mitad del lago, nos llevaron a una tienda maravillosa donde había miles de telas preciosas y donde nos recibieron con un delicioso chai, fuímos a la espectacular Patrika Gate, donde nos hicimos miles de fotos estrenando los saris que habíamos comprado en la tienda de telas, y hasta nos colamos en el hotel más caro de India!!! Un antiguo Palacio reformado en hotel, que tenía en el interior un vagón de tren de estilo victoriano hecho restaurante, y de donde no pudimos irnos sin tomarnos algo! A pesar de la espera del bueno de Pauan... No había rincón donde mirásemos que no nos pareciera una auténtica belleza, y una sorpresa tras sorpresa que Virginia había preparado con tanto cariño y cuidado hacia nosotras que terminó de ganarse nuestro corazón para siempre. Mientras Pauan nos llevaba de un sitio a otro Virginia y Sarani, a quién te presentaré a continuación, nos contaban anécdotas de sus viajes a India y nos explicaban cosas de la cultura hindú y de sus costumbres. Sarani, una mujer argentina afincada en Tarifa nos acompañaba en el viaje. Iba a ser nuestra profesora de yoga durante 5 días, pero fué mucho más que eso. Fué enseñanza, sabiduría, pureza, amor y mucha paz. Para este punto del viaje ya habíamos aprendido algunas palabras en hindi, entre ellas Dhanyevad (Gracias) que logramos recordar gracias a nuestra querida Cristina, que recordó que tenía un compañero del colegio que se llamaba Dani Abad, y gracias al pobre chico ya no se nos olvidó la palabra! Pero había algo que no habíamos logrado entender todavía... El cambio de rupis a euros!! Llevábamos 5 días en India y sólo teníamos claro que un 1 euro eran 76 rupis, y te dirás, tan fácil como sacar la calculadora y hacer la división... Pues al final optamos por algo más fácil, no podíamos perder el tiempo en eso, así que optamos por redondear y añadirle dos números a la primera cifra, es decir 300 rupis serían 5 euros, 500 serían 7 euros y así sucesivamente. Teniendo en cuenta que los billetes nos parecían todos iguales y tardábamos un tiempo considerable en discernir un billete de otro. Salimos de Jaipur rumbo a Pushkar. Cada vez se hacía más complicado montar el tetris de maletas en la furgoneta. Empezaba la segunda parte del viaje, y la más emocionante. Estábamos ansiosas por llegar a la aldea, conocer a los niños y entregarles todos los kilos de ropa, material escolar y juguetes que habíamos recolectado entre todas. Ahora tocaba trabajar, por esos niños, la razón principal por la que estábamos allí. Los 5 días anteriores nos habían servido para adentrarnos en el mundo de India, en su cultura, en sus maneras... habíamos experimentado unas vivencias y habíamos asimilado ciertas cosas indispensables para encontrarnos con esos niños, entenderles y poderles ofrecer toda nuestra ayuda. Llegamos a Pushkar por la noche. El Country Side Resort donde nos íbamos a alojar durante una semana no podía ser más bonito. Nos despedimos de Pauan con agradecimiento infinito. Eva, mi roomate y confidente durante todo el viaje, y a la cuál quiero infinito, tenía ganas de juerga y en menos de un día cambiamos dos veces de habitación. Sí, después de haber sacado ya las cosas de la maleta! Confieso que en ese momento la quise un poquito menos. Aquella noche conocimos a Surya, un chico indio joven, encantador y sonriente las 24 horas del día. A la mañana siguiente tocaba visitar la escuela Happy Inside y conocer a los niños. El recibimiento que nos prepararon fue precioso. Fue un momento muy especial para todas nosotras, un momento que habíamos esperado durante meses, que nos llenó de felicidad y emoción hasta el último poro de nuestra piel. Los niños estaban excitados, nos pintaron un bindi, nos preguntaban nuestros nombres sin parar para aprendérselo bien y nos repetían el suyo, nos tatuaron las manos con henna, nos enseñaron cada rincón de la escuela, jugamos con ellos, reímos, nos abrazamos... hasta que llegó el momento de irse, en ese estado de shock, yo lo llamaría “happy shock”. Nos adentramos en la aldea, con todos los niños acompañándonos, y llegamos a la casa de una família que nos estaba esperando con los brazos abiertos. El abrazo que le dieron a Virginia nos bastó para saber que allí íbamos a ser muy queridas. Nos prepararon chai, algo a lo que ya nos habíamos acostumbrado y que cada día nos gustaba más. Estaba delicioso!! Una mujer vestida de rojo, sentada en el suelo y con una sonrisa permanente nos invitó una por una a sentarnos a su lado, nos puso otro bindi, nos pintó la raya del ojo y nos pintó las uñas. Esa mujer que no tenía prácticamente nada compartió su único bote de laca de uñas con todas nosotras, un gesto que a priori pasamos por alto pero que nos dejó sin palabras en el momento en el que nos dimos cuenta. No sabría describirlo pero estar sentada allí con esas mujeres de mirada tímida y curiosa a la vez, sonrisa permanente, vestidos coloridos, y rodeada de la mitad de los niños de la escuela mirándonos rebosando de felicidad, puede que haya sido uno de los momentos más reveladores de mi vida. Después nos enseñaron la aldea, y paseando entre sus calles otro momento conmovedor apareció ante nuestros ojos, y la cara de Virginia no podía expresar mayor emoción. Inki, el niño sordomudo que a penas unos meses atrás no se comunicaba con nadie de ningún modo, le estaba contando a Virginia con gestos que él alimentaba a un gatito que se nos había cruzado por entre las piernas. La emoción de Virginia tenía una razón lógica. Ella misma le había llevado en el último viaje una mochila cargada con las cosas necesarias para que el niño pudiera ir a estudiar a una escuela especial. Y no hay duda de que lo hizó. El cambio era abismal y ese niño por fin podía comunicarse. Cargadas de emoción nos fuimos de la aldea con el corazón en un puño, las lágrimas a flor de piel y un silencio que nos costaba romper. Esa misma tarde Virginia y Sarani nos enseñaron Pushkar, su calle principal, sus bazares, un templo, el lago, los mejores sitios para comer, tomar un chai o un zumo de frutas, y el camino hasta el hotel... He de confesar que me enamoré de esa ciudad hasta las trancas. Pero no nos podíamos olvidar de una misión importante. El lunes volvíamos a la escuela Happy Inside para realizar los talleres, y el miércoles tocaba hacer la entrega de ropa y material, y el baile!!! Llevábamos semanas pensando en los talleres y preparándolos, y teníamos el fin de semana para ensayar el baile y para cumplir con “la prueba de Pekín Express”, o también podríamos llamarla “la prueba Happy Express”!! Por un lado conseguir el mayor número de zapatos para que ningún niño siguiera descalzo. No te he dicho antes que una de las cosas que más salían por su boca el primer día que les conocimos era “shoes”.... Esos niños necesitaban zapatos por encima de cualquier cosa y no podíamos irnos de allí sin ver a esos niños calzados. Por otro lado, conseguir cajas de zapatos para el taller de los juegos de cartón, botellas de plástico y todos los tapones posibles para el taller de reciclaje de plástico, pegamento, tijeras, cúter, y todo lo necesario. Lo más complicado fueron los zapatos, el tendero nos dijo que en dos días los conseguiría y que volviésemos para entonces. Eso nos dejó tranquilas, todavia teníamos tiempo hasta el miércoles. El sábado y el domingo teníamos cita 6 de nosotras para un masaje y diagnóstico de medicina ayurvédica que nos recomendó nuestra “chachi” (jefa) particular, o “la princesa de Pushkar” como la llaman allí, y no es para menos. Ibamos a ir por turnos. A Eva y a mí nos tocó ir a las 15h, así que despúes de comer como un embudo (hay que recalcar que en India se vive otro ritmo, mucho más calmado, lo cuál se agradece en algunas ocasiones), salímos corriendo hacia el hotel donde nos íban a recoger y llevarnos a la clínica. Cuando llegamos al camino de tierra que nos llevaba hacia el hotel, un señor en moto parado nos empezó a hablar, cosa normal en India. La gente te habla, te saluda, te da los buenos días, la bienvenida, se quieren hacer fotos contigo, es como si fueras famoso, sobretodo se querían hacer fotos con María y Cris, rubias, guapas y unos soles de personas, eran las ligonas del grupo!.... Ilusas de nosotras y sabiendo que íbamos tarde y nos estarian esperando en el hotel no le hicimos mucho caso, a lo que el señor dijo con un tono de voz un pelín más elevado, con la intención de llamar nuestra intención definitivamente: “I'm the doctor!”. Os podéis imaginar nuestra cara. Ese señor era el doctor mismo! Que había venido a recogernos en moto a las dos. Eso suman tres personas, en moto, sí, y sin casco. Pero eso en India es lo más normal del mundo. De hecho llegamos a ver en una ocasión hasta 6 personas montadas en moto. Ver a 3 y 4 personas en una misma moto era lo lógico y normal el 80% de las veces. Y allí que nos subimos, meadas de la risa, con nuestro bindi y felices de la vida. Puede que parezca una locura, pero sabíamos a la perfección que allí estábamos seguras. El masaje Shirodara fue otro nivel, fue levitar casi literalemente y llevarte a la relajación más profunda. Jamás había experimentado nada igual. Cuando terminamos el doctor nos llevó de vuelta al hotel y nos unimos a nuestras compañeras que ya estaban involucradas al 100% preparando los talleres. A las 19h habíamos quedado con Virginia y Sarani. No teníamos ni idea de donde íbamos a ir, pero había algo de lo que sí estábamos seguras, sabíamos que fuésemos donde fuésemos no nos iba a dejar indiferentes. Nos llevaron a una especie de patio interior, donde la gente estaba sentada alrededor y en el centro había un grupo de personas, los hombres preparados para tocar varios instrumentos y las mujeres para bailar. Llevaban unos vestidos espectaculares. Era la primera vez que veía danza india en directo y tan de cerca. A los pocos minutos y sin esperarlo nos encontramos bailando con ellas, la experiencia fue extraordinaria. Eran una família de gitanos nómadas que se dedicaban al espectáculo, y lo mejor de todo era que al día siguiente íbamos a su casa, en pleno desierto de Rajastán. Como te habrás dado cuenta, los recibimientos en India son como rituales. Nos recibieron con flores y una vez más con un delicioso chai. Nos enseñaron su escuelita, les dimos ropa (la mayoría de los niños no llevaban parte de abajo e iban medio desnudos, sucios y con la cara llena de heridas). Ver sus ojos llenos de felicidad y gratitud al probarse la ropa y ver como ya no se la querían quitar fue una mezcla entre tristeza y felicidad difícil de describir. Nos enseñaron sus chabolas, lo poco o casi nada que tenían, su vaca sagrada de 5 patas y una vez más nos fuimos de allí cargadas de amor. Esa misma tarde nos esperaba otra sorpresa. De nuevo quedamos a las 19h en el Hotel, pero esta vez salimos con Surya y en dirección contraria a la que solíamos ir. Anduvimos en la oscuridad durante unos minutos. Eso puede que no tenga mucha transcendencia en occidente, pero en India puedes encontrarte una deposición de vaca cada tres metros aproximadamente, y no suelen ser de tamaño reducido. Con lo cuál, si unes oscuridad con excrementos, ya sabes lo que puede ocurrir. De camino hacia no sabíamos donde, escuchábamos música, nos encontramos con gente que iba en la misma dirección, vimos luces al fondo.... estábamos desconcertadas, hasta que Virginia se giró y gritó: “Es una boda!!!” El grito que dimos se escuchó en todo Pushkar mínimo! Estábamos deseosas de encontrarnos con una boda india y nos habían invitado a una de ellas! No podía ser verdad! Entramos, flipamos con el lujo que había derrochado allí, comimos comida muy picante, bebimos agua no potable, bailamos hasta caer rendidas, nos hicimos miles de fotos con los invitados... sin duda uno de los momentos más mágicos del viaje. Y no fue la única boda que vimos. Nos explicaron que el mes de noviembre es el mes de las bodas en India y en Pushkar había casi una a diario y como duran tres días se solapaban unas con otras, con lo cuál Pushkar era una boda constante! Y esa no fue la única a la que nos unimos! Al día siguiente nos esperaban los niños de la escuela Happy Inside para recibir los talleres. Era lunes y todavía no habían llegado los zapatos a la tienda. Nos montamos en el tuk tuk como cada día. Sentarse en la parte trasera era como estar viendo una película en pantalla panorámica. Adela, quien visitaba Pushkar y la escuela Happy Inside por segunda vez, solía ir de pie agarrada en la parte trasera del tuk tuk, bajo la preocupación de las que la observábamos. Pero ella se sentía feliz y libre así, y eso es lo que más importaba. Sabíamos que no iba a ser fácil impartir los talleres, eran muchos niños excitados y estábamos nerviosas, pero todo salió mejor de lo que podíamos imaginar. Impartimos talleres de reciclaje de plástico y cartón para construir juguetes, y la respuesta de los niños y la profesora fue maravillosa. Después volvimos a la aldea y les llevamos gafas graduadas a la gente mayor. Esther había conseguido recolectar 30 gafas graduadas. Había una señora muy mayor, aunque nos dijeron que quizá tuviera 70 años pero aparentaba muchos más, que llevaba unas gafas con solo un cristal, rotas, completamente hechas polvo. Ver su cara de felicidad al probarse gafas nuevas y comprobar con cual veía mejor, sin saber ni siquera que graduación tenía o necesitaba, fue emotivo a más no poder. Y otro de esos momentos reveladores en los que te das cuenta de que la barrera del idioma solo es una barrera si tú permites que lo sea. Esas mujeres no hablaban inglés pero no nos hacía falta para entendernos, sus ojos lo decían todo. Esa tarde la aprovechamos para explorar Pushkar, sus calles, sus tiendas, su lago, sus gentes... y nos enamoramos aún más si cabe. Me fuí con Irene y Ari, dos malagueñas a las que si pudiera me las metía en el bolsillo y me las llevaba a mi casa. Paseamos por todo Pushkar rodeando el lago, nos quitamos y pusimos los zapatos mil veces, sobretodo Ari que le faltó poco para dejarlos por ahí y seguir todo el camino descalza! El martes fuimos a Ajmer a visitar un centro de discapacitados. Nos recibieron de manera brillante, sonrientes y agradecidos, y nos encontramos con un centro precioso, cuidado con mucho cariño. Visitamos a los niños y también adultos del centro, compartimos un rato con ellos, les llevamos gafas de sol, jugamos con globos y pompas de jabón, y nos enseñaron el taller donde fabrican todo tipo de cosas, desde libretas con material reciclado, llaveros, marcos de fotos, cuadros, hasta fundas para cojines y bolsos. De nuevo salimos del centro con el corazón en un puño. Cada día que vivíamos estaba cargado de emociones, una tras otra, de bofetadas en la cara, de consciencia, de calidad humana pero sobretodo de agradecimiento y mucho amor. Al regresar a Pushkar teníamos que cumplir con “la prueba Happy Express”!!! Era nuestra última oportunidad para conseguir todos los pares de zapatos que necesitábamos, pero la decepción llegó cuando nos dijeron en la tienda que no habían llegado... Solo teníamos una solución, repartirnos y buscar por todas las zapaterías y comprar todos los zapatos que pudiésemos. Y así lo hicimos, a pesar de la sorpresa y falta de entendimiento de los vendedores. Nosotras no hacíamos más que pedir “More, more! We need more shoes!” y solo nos sacaban uno o dos pares como mucho. Se agolparon todos los vendedores de las tiendas de alrededor para ver que estaba pasando y por qué estaban unas guiris metidas literalemente dentro de la tienda abriendo todas las cajas de zapatos, hasta que les explicamos para qué eran esos zapatos y en ese momento se volcaron todos en ayudarnos a conseguir nuestro objetivo. Reunimos 36 pares de zapatos que ocupaban dos sacos bastante grandes y teníamos que llevarlos al hotel antes de las 17h, pero eso no es problema en India. El tendero cogió la moto, a Esther y a los dos sacos cargados de zapatos y la llevó al hotel, con la cara de susto que se nos quedó al resto viéndoles alejarse. Pero lo habíamos conseguido!!! Y la cara de felicidad de Esther no tenía precio. En un rato habíamos quedado en el lago para cantar mantras con Sarani y asistir a nuestra primera pooja. Llegamos y allí estaba Sarani con su aura de paz y su harmonio. Empezamos a cantar viendo la puesta de sol y las lágrimas no tardaron en asomar. Otro momento más añadido a la lista de momentos reveladores y mágicos. La pooja no fue menos. Es una ceremonia de agradecimiento o ritual que se celebra en el lago y se lleva a cabo como una ofrenda para adorar a los dioses. Se recitan los nombres de todos los dioses hindús a modo de canto, mientras un “happy man” como le llamábamos, toca una especie de campana. Después te entregan unas flores y las tienes que tirar al lago dando las gracias y pidiendo un deseo. Entre otros actos y rituales que no sabría explicar o que si lo hiciera no acertaría con el significado exacto. Una vez finalizada la pooja nos invitaron a cantar mantras en un templo cercano al lago. Mientras cantábamos “Sita Ram Jay Jay Ram...” completamente en trance, y con las lágrimas a flor de piel, menos mi querida Yolanda que parecía un grifo abierto, el señor de la pooja nos grababa con su cámara con una agilidad y destreza impresionante. No tardamos en entenderlo, cuando le pidió a Virginia si le podía hacer una entrevista hablando sobre la Fundación y los viajes solidarios. Y es que resulta que el señor era un Youtuber famoso en Pushkar!! E iba a editar el video, con nuestra cara de trance y la entrevista de Virginia para subirlo a su canal!! Video que a día de hoy tiene más de 16 mil visualizaciones!!! Las risas que nos pegamos viendo el video el día que lo subió a Youtube, justo cuando llegamos al aeropuerto de Delhi para volver a Madrid, fueron para recordar de por vida. Y llegó el miércoles, el día de la entrega! Habíamos separado toda la ropa por edades, y cargadas de ropa, material escolar, zapatos y juguetes nos fuímos hacia la escuela. Era el día más importante, y otra vez estábamos nerviosas, emocionadas y con unas ganas infinitas de ver a esos niños cargados de sueños y entregarles todo lo que habíamos llevado para ellos. Primero hicimos el baile, que mis queridas compañeras ensayaron con muchas ganas e ilusión, y que nos salió bordado!!!! Después nos organizamos, cada una se encargaba de una cosa, la ropa, los zapatos, llenar las mochilas con lápices, rotuladores, juguetes... Había muchos niños, y ninguno podía irse con las manos vacías. Al final lo celebramos con una gran fiesta, música y baile donde la felicidad explotaba por toda la escuela a modo de fuegos artificiales. Nos despedimos de los niños, ya no los íbamos a ver en el resto de días que faltaban para volver a España, pero estoy segura que cada una de nosotras se prometió volver a verles pronto. Les queríamos, habíamos creado un vínculo con esos niños y ese vínculo, por lo menos en mi caso, sería de por vida. Por la tarde nos tomamos cada una un rato a solas para pasear, pensar y digerir un poco todo aquello que estábamos viviendo. El viaje llegaba a su recta final pero nos prometimos vivir el presente y disfrutar al 100% del tiempo que nos quedaba en Pushkar, esa ciudad que nos había acogido tan bien y a la que ya considerábamos nuestra casa. Al día siguiente visitamos la nueva escuela, a las afueras de Pushkar. Virginia había plantado unos árboles con los viajeros y viajeras del viaje anterior, y queríamos ver cuanto habían crecido. Había pocos niños en la nueva escuela, y todavía faltaba mucho por reformar. Vir nos había pedido en los días anteriores que pensásemos cada una de nosotras una frase para colgar en el árbol, una frase de consciencia con el medio ambiente y la importancia de la naturaleza. Hizo unas placas, las llevamos a la escuela y las colgamos en cada uno de los arbolitos. Como ya era costumbre, nos recibieron con un delicioso chai y compartimos un rato precioso con los niños. De vuelta a Pushkar, mientras nos conducían por un camino de tierra situado en medio de la nada, nos encontramos algo que no esperábamos encontrar allí... Una boda!!!! Otra, claro! Música a todo volumen y gente vestida de mil colores bailando como si no hubiera un mañana. ¿Y qué hicimos nosotras? Pues unirnos!!! No podía ser de otro modo. Nos tiramos del tuk tuk, la gente nos invitaba a bailar con ellos y nos dejamos el alma bailando en esa carretera de tierra perdida en mitad de la nada. Por la tarde fuimos al desierto en camello, íbamos a ver la puesta de sol y el trayecto de ida y vuelta duraba dos horas. No se si era sensación mía pero el camello al que me subí o era muy mayor o tenía artrosis... porque los meneos que me daba no eran normales. (Como si yo me subiera a un camello todos los días y supiera como andan....) Yuliana, nuestra querida peruana a quien todo el mundo confundía por sus rasgos con una india, iba encabezando la fila. Llegamos a nuestro destino, donde íbamos a ver la puesta de sol. La verdad es que vimos una puesta de sol preciosa, aunque el camino había sido agridulce. El camino estaba lleno de chabolas, niños medio desnudos, sucios, con heridas, pidiendo... nos sentimos como turistas utilizando a unos camellos siendo explotados, pero teníamos que asumir la realidad. Era su manera de ganarse la vida, su cultura. Esa gente no tenían nada y tenían que comer. Esa noche cenamos todas juntas, a pesar de los resfriados de algunas y cansacio acumulado de todas, era nuestra última noche en Pushkar. Nos queríamos despedir de Sarani, que iba a quedarse en India durante dos semanas más, y necesitábamos compartir esa última noche juntas, en una de las tantas terrazas preciosas donde solíamos pasar algún rato del día, y donde, como no podía ser de otra manera, vimos desfilar otra boda por la calle principal. Y desgraciadamente llegó el último día... nuestro último día en Pushkar. Pero todavía quedaban muchas horas hasta las 23h y teníamos que aprovechar bien el día. Fuímos a visitar otro centro de discapacitados, este era muy pequeñito y estaba en el centro de Pushkar. Pertenecía al mismo grupo que el que visitamos en Ajmer. De nuevo nos recibieron con un maravilloso chai, les entregamos ropa, material escolar y juguetes, pasamos un rato con los niños, jugamos con ellos, bailamos con ellos, y lloramos.... Lloramos mucho. Esos niños son ángeles, nos traspasaron el pecho y nos tocaron el corazón con la mano, casi de manera literal. Por la tarde habíamos quedado de nuevo con Sarani para cantar mantras en el lago, asistir a la pooja y despedirnos de Pushkar. Y allí apareció una sorpresa más de las tantas que Virginia había llevado guardadas durante tantos días. Había comprado unas lámparas de papel voladoras para todas y cada una de nosotras, incluso había comprado de sobra, y menos mal porque el primer intento fue bastante nefasto para muchas y no conseguimos hacerlas volar, pero lo intentamos de nuevo con la gente de allí que nos explicó como se hacía y a la segunda lo logramos! Volaron muy alto en la noche por encima del lago y nos emocionamos como niñas. Con esa emoción que nos acompañaba volvimos al hotel para preparar las maletas. A las 23h nos recogían para llevarnos a la estación de tren. Como cupimos en las dos mini furgonetas, todas nosotras con nuestras respectivas maletas todavía no he logrado entenderlo a día de hoy. Nos esperaban 6 horas de tren-cama, sin duda una experiencia que teníamos que vivir, y que a nuestra millenial del grupo le costó una buena hostia en la rodilla al tirarse de la cama pensando que se había quedado dormida y que nos habíamos bajado del tren sin ella. A eso se sumaban 6 horas más de espera en el aeropuerto de Delhi y 9 horas de vuelo hasta Madrid. La vuelta se hizo larga, pero lo mejor de todo era que todas esas horas todavía seguíamos estando juntas, recordando momentos, compartiendo risas, abrazos y te quieros. Lo que habíamos compartido era una vivencia única, mágica y espiritual, que sin dudarlo nos cambiaría la vida a todas. Nos habíamos visto la cara por primera vez hacía 15 días, y cuando pisamos Madrid se nos hacía muy difícil despegarnos. Pero una cosa estaba segura, nos llevábamos unas amigas para toda la vida, de eso no había duda, y saber eso nos dejó un poco más tranquilas. Como nos dijo “la princesa de Pushkar”, el viaje empezaba ahora, y así fue. A todas y cada una de mis compañeras de viaje, a Virginia y Sarani, GRACIAS INFINITAS POR VUESTRO AMOR. Y a tí que has leído estas páginas, espero haberte transmitido tan solo un poquito de lo que ha sido para mí esta experiencia de vida. Dhanyevad.
5 Comentarios
Aunque soy el niño del grupo y me suena un poco "cursi" empezaré asi. Hola mis niños!! Como bien sabéis ya ha pasado una semana desde nuestra vuelta de la que para mí ha sido, sino la mejor, una de las mejores experiencias que tuve jamás. Un lugar donde se forja el martillo emocional y físico al que me refiero siempre que hablo de este duro y maravilloso país . Vaya Viaje!!!!!!!! Con el convencimiento de que ningún lugar puede cambiar tu esencia, que solo tú marcas tu destino y de que si quieres algo puedes conseguirlo si te lo propones; embarqué en el vuelo AI 136 junto a un grupo de 7 personas más una viajera no presencial, pero siempre presente en la distancia, con destino a Delhi, dispuesto a batirme en duelo moral con un país del que me decían que no te podía dejar indiferente y que podía cambiarte por dentro. No me lo creía... La llegada fue Dura y con el golpeteo moral de la realidad que nunca te contaron, con un cierto grado de veracidad y experiencia, empezó a moverse dentro de mi con una sensación desconocida hasta entonces. Dehli, esa ciudad llena de olores, sabores y colores que te hiper-estimula los 5 sentidos de la cabeza a los pies sin descanso. Jaipur, sigue la locura. En ese maravilloso caos organizado que, sin explicación racional hace que en una calle convencional sean capaces de cruzarse 2 vacas 1 camión 1 tractor y 2 tuk tuk acompañadas de 6 motos al ritmo de una extraña melodía de bocinas acompasadas, mientras me debilita físicamente para rematarme moralmente. La viajera presente y el hombre inagotable con la mente de acero me consuelan y remiten a un guión del que mi mente confía pero no encuentra ninguna explicación. Pushkar, me dicen que llegamos a casa, mientras mi mente amartillada y mi cuerpo vapuleado siguen pensando obcecadamente que mi casa estaba a más de 7000 kilometros de ese lugar. Fue en ese preciso momento, cuando ya me había rendido y decidido que, en aquel duelo moral, al que me había enfrentado con fuerza, valor y cierta chulería, yo había sido el único perdedor. ME RENDÍ. Fue entonces cuando ese país con nombre de mujer me miró a los ojos, me sonrió y decidió que era ese el momento para ayudarme a levantarme, me había estado preparando para entender el valor de lo que habíamos venido a ver, el proyecto Happy Inside. Con la sonrisa de casi 150 niños con los corazones abiertos y una energía a abrumadora, me dejaban exhausto pero me regalaron una sensación plena que no había sentido jamás. ERA UN SENTIMIENTO TOTALMENTE INNOVADOR, PLENO.... FUE CUANDO MI CARA ESBOZÓ UNA SONRISA PENSANDO POR PRIMERA VEZ EN QUE UN PAIS PODIA SER INTELIGENTE, DANDO A CADA UNO, EN ESTE CASO A MI, EL PROCESO CONCRETO AL QUE ME HABIA VISTO EXPUESTO PARA SENTIR LO QUE EN ESE MOMENTO ESTABA SINTIENDO. Esa ciudad que ya parecía tranquila construida a orillas del lago sagrado inspiraba paz y fraternidad, era parte del presente que aquel país me hacía entrega, junto con la sonrisa de sus habitantes. Y por si no fuera suficiente me hizo un último regalo casi magico. Me regaló la amistad de 9 desconocidos venidos de diferentes lugares de la tierra con los que me iría al fin del mundo si hiciera falta. 9 personas que en 15 días se han convertido en familia 9 personas que se abrazan y besan como si llevaran una vida vivida juntos 9 personas cuyos caminos estaban destinados a cruzarse 9 amigos y un mismo corazón, el corazón Happy Inside La vuelta; Regreso a casa y una sensación extraña.Todo era contradicción. Quería volver a recuperar la paz de mi hogar pero no me hacía a la idea de abandonar aquel lugar de locura y paz. Tan lleno de sonidos, colores, tactos, sabores y olores. Entonces allí sentado en el avión recapitulé y me di cuenta de una cosa. Como si de un guión de una oscariazada película se tratara, esa viajera presente y ese hombre inagotable no erraron ni un milímetro del camino emocional que nuestras mentes y nuestros corazones experimentarían desde aquel encuentro en un restaurante de comida rápida en la terminal 1 del aeropuerto de Barajas. No erraron ni un milímetro cuando dijeron que este maravilloso país te cambia. No erraron ni un milímetro cuando dijeron que el viaje comienza cuando regresas a casa. No erraron ni un milímetro cuando dijeron que desearía volver a la India. Gracias a todos vosotros por este maravilloso viaje. Una parte de mi está con vosotros para siempre amigos. Virginia (viajera presente) Ito (hombre inagotable) Sandra Rafa Donna Nacho Adela Jenn El yo que no conocía Happy Inside es una de esas historias que te llenan por dentro. Hace cuatro años me lancé a solas a un viaje a India, uno de los países donde busco telas para los vestidos de mi firma MADE IN TARIFA. En aquella época me sentía mal con mi vida, con mi historia y no sabia muy bien hacia donde encaminar mis pasos. Me fui a India con dos maletas de lápices viejos que tenia por casa y con toda esa tristeza de sentir todo el tiempo que estaba perdiendo. Estaba completamente perdida y no tenia ilusión por nada. Me metí en un retiro de meditación y fue una de las mejores decisiones que tomé en mi vida. Resultó ser un viaje revelador que me cambió por dentro. Acabé en un colegio repartiendo los lápices a 300 niños que parecían no tener nada pero a mi me dieron todo. En la Escuela no había nada, ni baños, ni juguetes rotos, ni mesas, ni lápices, no tenían ni zapatos… Descubrí que fui muy valiosa para esos 300 niños que gracias a mi diminuta donación iban a tener un lápiz y un cuaderno para empezar a escribir, para empezar a aprender. Los ojos de esos niños irradiaban tanta felicidad y tanta esperanza que pensé: si esto no es nada!!! son solo lápices viejos…. Fue una gran inspiración comprobar que lo poco que yo había hecho había significado tantísimo para estos niños. Al volver a España, usé mi marca para organizar una recolecta y al siguiente año las dos maletas se convirtieron en 400 kilos de material escolar. Gracias a la Coordinadora Solidaria del Puerto de Algeciras pude enviar todo a India. Su gesto me ayudó muchísimo. Un colectivo solidario algecireño al que estaré siempre agradecida por haber confiado en mi y en que su colaboración iría a ser clave para ayudar a unos niños que estaban en la otra punta del mundo. Lo que comenzó como una aventura en solitario iba camino de convertirse en algo de muchísima envergadura dentro de unas fronteras llenas de obstáculos y precariedad. La entrega de los 400 kilos de material escolar fue tan emotiva que comprobé que una sola persona podía cambiar y mejorar la vida de muchísimas personas que lo necesitaban. Me sentí poderosa. No solo las maletas se transformaron en un proyecto, yo también me estaba transformando. Quise comprobar hasta donde podría llegar con un poquito de esfuerzo, quizás se podrían hacer muchas más cosas para seguir ayudando. Fue entonces cuando creé la Fundación Made in Tarifa y pensé en crear una escuela para todos esos niños de India a los que no se les permite asistir a la escuela: los niños Intocables, una casta marginada y víctima de abusos atroces a los que se les niega cualquier derecho, entre ellos el de la educación. La primera vez que tuve contacto con estos niños estuve tres días en la cama sin poder reaccionar. Son niños que viven en la profunda miseria de las chabolas y pertenecen a grupos mafiosos que los manipulan y maltratan para ganar cuatro duros. Fue en ese viaje a solas hace cuatro años cuando paseando por Nueva Delhi conocí a esos niños. Niños muertos de hambre viviendo en los semáforos, mendigando para que sus dueños no les violen, les droguen o maten con las condiciones insalubres a los que están sometidos. Les dan de desayunar tostadas con pegamento untado y así los tienen maleables durante todo el día, niños de 6 años, de 4 años, de 2 años de edad, que se tiraban a mis brazos como cachorrillos maltratados cubiertos en capas y capas de pegamento. Al llegar al Hotel me avisaron que no tocara nada con mis manos, que me las lavara con alcohol. El pegamento me tenia mareada y sentí en mis entrañas el infierno de estos niños. Niños que no llegan a su adolescencia por la cantidad de enfermedades que acarrean. Niños que no tienen ni una pizca de esa energía infantil que nosotros conocemos en el cálido confort de nuestro hogar, son criaturas salvajes llenos de heridas en el cuerpo y en el alma que mueren antes de sus 20 años. Este encuentro me cambió por dentro. Sin darme cuenta comencé a entrar en una espiral donde me imaginaba el nivel de miseria a la que una madre tiene que llegar para vender a su hijo a estos grupos sabiendo la condena a la que le está sometiendo. En India hay madres con cuatro hijos que engendran un quito para conseguir algo de dinero y dar de comer a su familia. Me di cuenta que era solo a través de la Educación que ese circulo de miseria y maltrato tan abominable podría algún día desaparecer. ¿Cómo era posible que el mundo no conociera está realidad? ¿Cómo es posible que haya miles de niños viviendo y muriendo así y que nadie haga nada? Eran preguntas que bombardeaban mi cabeza y que encabezaban la razón de miles de anécdotas que rodean al proyecto de crear la Escuela Happy Inside. Así se llama la escuela en India que he reformado hace dos años en India para Los Intocables. Después de entregar esos 400 kilos empecé a difundir el proyecto, organizar eventos solidarios y pedir ayuda de nuevo al Puerto de Algeciras. Hicieron 800 camisetas para recaudar dinero para la construcción de la nueva Escuela. Cuando tuve el dinero necesario para dar vida a la Escuela volví a India. Preparar este proyecto yo sola en India fue un caos total. Fueron muchos meses de obra, de coordinación, peleas con los obreros, hubo momentos desesperantes donde estuve a punto de tirar la toalla, porque yo no entendía ni nada, ni siquiera se usar un martillo, no entienda de electricidad, de saneamientos, de suelos o cables, no entendía nada y los obreros no trabajan bien. Cada mañana iba a la escuela con miedo para ver la siguiente chapuza que tendría que resolver sin hablar hindi ni hacerme respetar. Muchos desplazamientos, dificultades con el idioma, duras negociaciones, mi mano derecha que era mi traductor allí me abandonó en el momento más importante, plazos que no se cumplían, nadie con quien poder dialogar sobre como hacerlo mejor, etc. Sobrellevar la falta de recursos y el agotamiento físico/mental fue clave y tengo mil historias que contar. Pero todo desapareció el día que inauguramos la escuela. Ver los ojos de los 116 niños cuando abrí las puertas me llevó a un estado desconocido para mi. Además de grabar todo el video, explicar el proceso y editar el contenido para que personas como vosotras pudierais ver lo real que aquello estaba siendo. Toda la obra está disponible en la siguiente lista de YOUTUBE, desde que encontré el lugar de la escuela, la gran obra, la inauguración de la misma y los viajes solidarios. El proceso de la obra me había hecho integrarme tanto entre ellos que parecía que todos mis pasos anteriores habían estado perfectamente diseñados para que yo llegará A hacer lo que mis ojos venían y no se creían. Ante mi se abría un camino nuevo, una meta o una misión: conseguir más colaboraciones para ayudar a los niños que vivían en aquellas chabolas, quizás no a todos, pero si mi trabajo servia para que al menos uno de esos niños pudiera cambiar su destino, habría merecido la pena. Fue entonces cuando diseñé el programa de “VIAJES SOLIDARIOS HAPPY INSIDE”. Mi objetivo era llevar a cuanta más gente a India mejor, para que todos pudieran conocer la realidad de los niños Intocables, visitar la escuela y ayudarme a darle continuidad al proyecto. Gracias a estos viajes las personas pueden conocer la escuela, hacer actividades allí, ayudarme a mejorar sus condiciones, pintar las paredes o arreglar cualquier cosa que se haya estropeado. Pasar tiempo con los niños y con sus familias en sus casas….es una aldea de cuento de hadas! En estos viajes pongo a disposición del viajero toda la experiencia personal y todo el conocimiento sobre el país que he ido adquiriendo a lo largo de todos mis viajes a India. Y funciona! En Enero hice el primer viaje y 10 viajeras solidarias se unieron a mi causa. Tras ese viaje, en Julio me contactó D.Jose Pedro Manglano, famoso escritor, editor y líder de interesantes iniciativas solidarias que con su grupo de 200 universitarios músicos quisieron conocer de cerca mi historia. Organicé su viaje hasta India y lideramos una de las experiencias solidarias más importantes que he tenido hasta ahora. Actualmente tengo dos viajes programados, uno para Noviembre y otro para Enero. Y durante el resto del año y con un grupo mínimo de 6 personas me puedo desplazar para que las personas que quieran conocer India y hacer un viaje totalmente diferente puedan hacerlo Abierta a nuevas colaboraciones, nuevos viajeros y nuevos caminos para seguir ayudando a estos niños, tengo ahora un programa para poder, a través de la Educación, cambiar el destino de este colectivo infantil tan maltratado. Me gustaría que los niños de la Escuela Happy Inside pudieran continuar con su educación secundaria. Quien sabe, quizás algún día uno de los niños de la Escuela Happy Inside pueda llegar a la Universidad y disfrute, como hacemos en España, de ejercer el derecho básico de ELEGIR, elegir poder vivir una vida digna y pensar a que le gustaría dedicarse Gracias a esta iniciativa he encontrado un sentido a mi trabajo. Ayudo a los niños de la Escuela pero también ayudo a todas esas personas que quieren viajar dandole valor y una consciencia social a su viaje. Son experiencias únicas y otorgarle ese sentido a mi trabajo no tiene precio. Me siento tremendamente afortunada. Me siento Happy Inside 8/4/2018 La Escuela Happy Inside recibirá al conocido Don Jose Pedro Manglano con su grupo de 180 músicos universitariosRead Now
|
Details
Archivos
May 2021
|